Muchos izquierdistas no comparten las opiniones favorables que en estos tiempos recibe la República China. Recordemos que ese país, con un gobierno socialista en lo político, adoptó la economía de mercado desde hace varios años. La no aceptación, por parte de ese sector, proviene de su preferencia por una “economía igualitaria”.
Podemos imaginar el caso de un habitante chino de hace algunos años atrás, cuando carecía de heladera, cocina y otros electrodomésticos. Si alguien le propone un tipo de economía que le permitirá obtener ventajas económicas y así adquirir los elementos que faltan en su hogar, seguramente habría aceptado sin inconvenientes.
Un partidario de la izquierda igualitaria habría advertido que en los años anteriores, la carencia de los artefactos mencionados era compartida por la mayoría de la población, y que en ese entonces había “igualdad”. Se opondrá a la mejora prevista por cuanto es “desigualitaria”, ya que en la economía de mercado unos ganarán más que otros y ello creará “desigualdad social”.
Para la izquierda igualitaria, no es tan importante la pobreza en sí como la desigualdad económica, por cuanto no admite la existencia de otro tipo de valores en las personas. En lugar de observar los problemas económicos individuales, con los inconvenientes asociados a la pobreza, observa los efectos sociales que las mentes competitivas y envidiosas han de padecer. De ahí que para ellos resulta tan válido aumentar el nivel económico de los que menos tienen como reducir el de quienes más poseen.
En lugar de adaptarse a la sociedad y a las leyes naturales que rigen al comportamiento humano, restringiendo el nivel de competitividad y envidia, desde la izquierda igualitaria se pretende todavía que sea el propio orden social el que deba cambiar para evitar el padecimiento de los que no admiten perder en la competencia económica (en la cual no debieron participar). Por el contrario, el individuo que valora los aspectos afectivos y culturales de la vida, dedicará pocos de sus pensamientos a quienes tienen mayores ingresos monetarios.
Luego de los importantes avances económicos logrados en China, y las mejoras sustanciales logradas en algunos países latinoamericanos (Brasil, principalmente), impulsados por gobernantes de origen socialista, podría pensarse que se abrirían las puertas de muchos países a la posibilidad de encontrar en la economía de mercado el principio de la solución de muchos problemas sociales y de pobreza. Sin embargo, sorpresivamente nos encontramos con una tenaz oposición de los que aspiran a ese “socialismo igualitario”.
Incluso para este sector, la mayor ambición y esperanza radica en poder algún día contemplar el colapso total de los EEUU. Ello provocaría también un gran colapso a nivel mundial, pero debemos recordar que la izquierda igualitaria busca siempre la “igualdad”, de ahí que, para ellos, no habría inconvenientes si la catástrofe termina con varios cientos de millones de personas en la miseria, pero eso sí, iguales.
La izquierda igualitaria sigue convencida de los éxitos del socialismo soviético de las primeras épocas, la edad dorada del socialismo. Sin embargo, existen opiniones que afirman que nunca existió tal época dorada. Alexandr Solyenitzin, escritor ruso en la era soviética, expresó en una conferencia dada en EEUU:
“Pero del mismo modo que nos sentimos aliados a ustedes, existe otra alianza…..A primera vista parece extraña, asombrosa, pero pensándolo bien hasta resulta muy fundada y comprensible. Es la alianza de nuestros lideres comunistas y vuestros capitalistas…..Esta alianza no es nueva. El célebre Armand Hammer, que todavía vive, inició esta relación realizando los primeros contactos en vida de Lenin, durante los años iniciales de la revolución. Tales contactos resultaron muy fructíferos y desde aquel entonces prosiguieron a lo largo de cincuenta años, de modo que puede observarse un apoyo ininterrumpido y constante de los hombres de negocio occidentales, quienes ayudaron a los dirigentes comunistas soviéticos en su absurda y torpe orientación económica, que jamás hubiera podido vencer las dificultades que entrañaba sin esa ayuda técnica y material. El mismo Stalin reconoció que dos tercios de todo lo necesario se había recibido de Occidente” (De “En la lucha por la libertad” – Alexandr Solyenitzin - Emecé Editores – Buenos Aires 1976).
Por otra parte, el destacado físico soviético Andrei Sajarov escribió: “La comparación de los logros de la URSS en el campo de la ciencia, la técnica y la economía, con los obtenidos por los países extranjeros lo demuestra con toda claridad. No es casualidad que sea precisamente en nuestro país donde, durante años, se hayan visto privados de su normal desarrollo muchos y prometedores intentos científicos de la biología y la cibernética, mientras, revestidas de suntuosos colores, la demagogia descarada, la ignorancia y la charlatanería ganaban floreciente la luz pública. No es casualidad que hayan sido realizados en otros países todos los hallazgos importantes de la ciencia y de la técnica modernas: la mecánica cuántica, las nuevas partículas elementales, la fisión del uranio; el descubrimiento de los antibióticos y de la mayoría de los nuevos preparados farmacéuticos de alta efectividad; la invención del transistor, de las calculadoras electrónicas y del rayo láser; la generación de nuevas especies vegetales de gran rendimiento agrícola, el descubrimiento de otros componentes de la «revolución verde» y la creación de una nueva tecnología de la agricultura, la industria y la construcción” (De “Mi país y el mundo” – Andrei Sajarov - Editorial Noguer SA – Barcelona 1976).
En cuanto a los intercambios comerciales y tecnológicos concretos, William E. Simon escribió: “La Unión Soviética es vista por muchos norteamericanos y por gente de todo el mundo como ejemplo de una primitiva nación pastoril que se transformo en un gran poder industrial moderno gracias a una sola cosa: colectivización y planificación centralizada”.
“La verdad es muy distinta: el sistema económico soviético no funciona. Desde el principio de su proceso ha debido apoyarse en el capitalismo occidental, sobre todo en el capitalismo norteamericano. Hacia 1921, cuatro años después de la deposición del zar, los bolcheviques habían terminado de destruir la economía zarista y debieron enfrentar los efectos de su revolución. Ante la fuerza de las circunstancias, a Lenin se le ocurrió una idea brillante: abandonaría el «comunismo puro» y crearía su Nueva Política Económica. Así, en ese año, invitó a los capitalistas de Occidente para que reconstruyeran la economía rusa. Lenin se consideró maquiavélico al inventar su Nueva Política Económica que describió como «convivencia industrial con los capitalistas» y declaró: «tan pronto estemos lo suficientemente fuertes como para voltear al capitalismo, lo agarraremos por la garganta»”.
“Los capitalistas occidentales, que no sabían nada de esos venenos ideológicos pero, en cambio, todo lo referente a producción y obtención de beneficios, mordieron la carnada rusa. Lenin les ofreció generosas «concesiones» a cambio de la rápida industrialización de Rusia. Los industriales norteamericanos y europeos cayeron de rodillas en su celo por servir a los soviéticos. Por ejemplo, la International Barnsdall Corporation y la Standard Oil, ganaron licitaciones para excavación de pozos petrolíferos. Stuart, James & Cooke, Inc., reorganizaron las minas de carbón rusas. La International General Electric Company vendió a Moscú equipo eléctrico y otras importantes firmas estadounidenses – Westinghouse, Du Pont, RCA- contribuyeron de diversas maneras”.
“Durante la década del 30 nuestros hombres de negocios embarcaron replicas de complejos centros de producción norteamericana y los instalaron en la Unión Soviética como si fueran gigantescos juegos para armar. La firma Arthur G. Mackee, de Cleveland, proveyó el equipo para las enormes acerías de Magnitogorsk, John G. Calder, de Detroit, equipó e instaló el material para plantas de tractores construidas en Cheliabinsk, Henry Ford y la Austin Company proveyeron los elementos para instalar una gran fábrica de automóviles en Gorki. El coronel Hugh Cooper, creador de Muscle Shoals Dam, diseñó y construyó el gigantesco complejo hidroeléctrico situado en Dniepostroi”.
“Las más grandiosas «realizaciones bolcheviques» de la década del 30 que sirvieron para glorificar al comunismo en todo el mundo y convencieron a dos generaciones de intelectuales norteamericanos y europeos de la potencia económica de la URSS, y de la eficiencia de la planificación centralizada, fueron realizaciones del capitalismo occidental”.
“En 1941 la Unión Soviética pedía desesperadamente ayuda a Occidente para luchar contra los ejércitos de Hitler y entonces se produjo el fenómeno conocido como préstamo-arriendo. Entre 1941 y 1945 una enorme cantidad de bienes fue enviada a Rusia por aire y mar: materia prima, maquinaria, herramientas, plantas industriales completas, etc. Lo que se mandó equivalió a más de un tercio de la producción industrial soviética anterior a la guerra”.
“Una vez concluida la guerra, la dictadura comunista, protegida por acuerdos privados entre Roosevelt y Stalin, saqueó las naciones conquistadas”. “Según Keller informa, el cuarenta y uno por ciento del equipo industrial alemán fue desmantelado, embalado y transportado a Rusia”.
“A lo largo de la década del 50, mientras los soviéticos importaban tecnología, sus exportaciones consistían casi exclusivamente de productos no manufacturados. Durante las décadas del 60 y del 70, el esquema industrial de la URSS era, en esencia, el mismo esquema preindustrial que existía en la década del 20” (De “La hora de la verdad” de William E. Simon –Emecé Editores SA – Buenos Aires 1980).
Mientras que el hombre masa se caracteriza, entre otros aspectos, por no agradecer lo que recibe, sino en ser exigente, el marxista igualitario, siguiendo la actitud de Lenin antes mencionada, no sólo se caracteriza por no agradecer lo que recibe y en ser exigente, ya que también trata de destruir a quien lo favorece.
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