domingo, 26 de julio de 2009

Cien millones de muertos

Es necesario e imprescindible conocer una parte importante de la historia y de la actualidad del mundo, aunque sea información considerada “políticamente incorrecta” por gran parte de la sociedad. Se supone, en forma optimista, que la verdad siempre ha de ser útil si es que se busca solucionar los serios conflictos que afronta la humanidad.

CIEN MILLONES DE MUERTOS

Por Carlos Alberto Montaner

Es la manera perfecta de conmemorar la publicación del Manifiesto Comunista. En 1848, hace más de ciento cincuenta años, cuando Europa se estremecía en medio de una revolución que sacudió todas las estructuras políticas, Marx dio a conocer un breve ensayo y vaticinó que un día, para él no muy lejano, los proletarios del mundo, unidos, crearían sobre la Tierra el paraíso comunista. Marx, qué duda cabe, ardía en deseos de justicia y estaba persuadido de que había dado con el modo definitivo de implantar la felicidad y la prosperidad entre los hombres.

Siglo y medio más tarde, apareció en las librerías de lengua española un excelente balance de lo que fue ese sueño comunista. Se titula El libro negro del comunismo, y en un tomazo de ochocientas sesenta y cinco páginas legibles y muy bien organizadas, publicado por Planeta-Espasa, la historia de esta utopía se resume en una cifra pavorosa: cien millones de muertos. Una carnicería mayor que la suma de todas las guerras registradas por los historiadores desde el brumoso episodio de la Ilíada hasta las últimas barbaridades balcánicas.

Los realizadores de este inventario de horrores son respetadísimos miembros de la comunidad universitaria francesa, y los encabeza Stéphane Courtois, el editor de la revista Communisme, una de las mayores autoridades del mundo en esta triste materia.

Lo que el libro relata es predecible: purgas, las ejecuciones en masa, las deportaciones genocidas de pueblos enteros, la muerte de decena de millones de personas que intentan escapar de la sinrazón y el terror, los campos de concentración, los absurdos modos de organizar la producción de alimentos, generadores de hambrunas que debilitaron hasta la muerte a millones de seres indefensos, o la paranoia asesina de una clase dirigente que devoraba a sus propios hijos.

Pero lo más espeluznante no es este catálogo de crímenes, sino el hecho tremendo de que ocurriera en todas las latitudes de manera parecida, aunque a diferentes escalas. La barbarie no era imputable a la supuesta crueldad rusa –como Gorki sospechaba-, ni a la atribuida imparcialidad asiática ante el dolor ajeno, como reza el viejo prejuicio, pues los checos, cultos y de sangre fría, los católicos polacos, los etíopes, perdidos en una vieja tradición de tranquila miseria, los laosianos religiosos y contemplativos, aferrados a una estricta moral familiar, los afganos musulmanes, o los cubanos y nicaragüenses, divertidos, dicharacheros, de trato dulce, amistosos, todos, sin excepción, todos, cuando ejercieron el poder aferrados a los dogmas y procedimientos comunistas, se comportaron de la misma manera despótica y cruel con sus semejantes. Para todos, y en todas las culturas, las etnias y los continentes, la vida de sus semejantes dejó de tener valor ante los esquemas abstractos que les proponía una construcción artificial sobre la supuesta fórmula ideal de estructurar la convivencia.

De esta observación se derivan dos conclusiones que sería una peligrosa locura olvidar. La primera es que el riesgo proviene de la formulación de la utopía misma. Hay que echarse a temblar cuando aparece un profeta que cree saber cómo les conviene vivir a los seres humanos; alguien que es capaz de diagnosticar sin un asomo de duda los males que nos afligen, y que dice conocer tanto la dirección “correcta” de la historia como los pasos que hay que dar para modificar la esencia de las personas, de manera que se comporten con arreglo a la decencia, la solidaridad y el aprecio por el bien común. Hay que huir como de la peste de los constructores de “hombres nuevos”, de los planificadores de “paraísos”, pues esos experimentos sociales de los “ingenieros políticos” terminan invariablemente en los paredones y los cementerios.

La segunda conclusión es una advertencia pesimista. No es prudente creer en la bondad intrínseca de las personas. Esa virtuosa criatura que tiembla de emoción ante el dolor ajeno, que se quita el pan de la boca para ayudar a un menesteroso, que a veces se juega la vida para combatir una injusticia previa, una vez metida dentro del engranaje totalitario y dotada de autoridad y de una causa sagrada, le da un tiro en la nuca a una huérfana ciega, o justifica que otro se lo dé, si cree que con ese acto contribuye a la salvación de sus ideales. ¿O es que alguien cree que Mao, Tito, Stalin, Castro, Daniel Ortega o Menjistu (y lo mismo puede decirse de Hitler o de Mussolini) eran unos asesinos depravados que disfrutaban con el daño que les infligían a sus compatriotas? Por supuesto que no: eran –o son, los que están vivos- los prisioneros de una ideología que ha trastocado el orden natural de sus valores. Para ellos los seres humanos no valen nada. Lo que vale es la Historia, así con mayúscula.

La publicación de este libro ha abierto de nuevo el debate en Europa. Para cierta izquierda encallecida, todavía es válido el obsceno dictum de Sastre: “Todo anticomunista es un perro”. Yo no lo creo. Ser anticomunista, como ser antinazi, es una expresión de la sensibilidad y de la inteligencia. Por el contrario, declararse, como tanta gente, “no ser antinada” es volverse cómplice de los criminales.

Ser anticomunista es la muestra de que somos capaces de aprender de la experiencia para no repetir errores pasados. Más aún, de la misma manera que los judíos, con una inmensa sabiduría, han creado sus dramáticos Museos del Holocausto, para tratar de impedir que se repitan los pogromos y matanzas del pasado, lo razonable es instalar en cada ciudad Museos del Totalitarismo, con dos alas bien iluminadas; una dedicada al comunismo, y la otra a las diversas expresiones del nazi-fascismo. Y allí habría que llevar a los escolares para darles clases muy bien documentadas sobre lo que ocurre en las sociedades cuando los hombres deciden que son portadores de la fórmula definitiva para lograr la felicidad. Por ahora esos hombres, en menos de un siglo, han dejado un reguero de cien millones de cadáveres.


(Extraído de “Las columnas de la libertad” de Carlos Alberto Montaner – Editorial Edhasa – Buenos Aires 2007)

Acerca del marxismo

Por Karl R. Popper

“El ataque del marxismo a nuestra civilización occidental ha sido objeto de estudio de mi parte. La Revolución de Lenín y Trotsky de septiembre de 1917 marcó el comienzo de ese ataque. Su fracaso lo hemos experimentado todos los que estamos aquí como testigos de una época”.

“La victoria del marxismo en Rusia y las enormes sumas que los comunistas habían dedicado para fines de propaganda y para la organización de la revolución mundial, habían conducido por todas partes en Occidente a una polarización política radical entre izquierdas y derechas. Esta polarización preparó el camino al fascismo –primero en Italia bajo Mussolini, cuya política la copiaron enseguida movimientos fascistas en otros países, sobre todo en Alemania y Austria- y en determinadas regiones a la guerra civil, a una guerra civil muy unilateral, puesto que se llevó a cabo sobre todo por parte de los terroristas de derechas”.

“Por consiguiente, se desarrolló la siguiente situación: al Este, en particular la Unión Soviética, se encontraba bajo el dominio dictatorial de un marxismo sin escrúpulos, que se apoyaba en una poderosa ideología y en un inagotable arsenal de mentiras. El Oeste estaba continuamente amenazado por una violencia potencial (pero raramente real) procedente de las activas fuerzas de izquierda, que tenían detrás de ellas el influjo de los partidos marxistas, la propaganda y la fascinación ejercida por el poder de Rusia., así como la esperanza en la consecución de una sociedad socialista. Esto provocaba en la derecha una contraviolencia real y fortalecía así a los fascistas. Alemania, Austria y la parte sur de Europa alcanzaron el fascismo en vista de que se había agudizado la polarización entre las izquierdas y las derechas. En la cruenta Guerra Civil en España, que en última instancia significaba para los soviets y para los nazis alemanes un experimento en la moderna forma de hacer la guerra, esta polarización alcanzó su punto más álgido”

“Mi teoría para estos grandes y significativos acontecimientos de los que fuimos testigos a partir de 1989 y cuyo fin todavía no se adivina, mi teoría de la enfermedad que condujo a la muerte del marxismo, se puede resumir en la siguiente fórmula:

El marxismo ha muerto de marxismo.

O, más exactamente dicho: el poder marxista ha muerto por la esterilidad de la teoría marxista. Puede ser que la teoría marxista, la ideología marxista, fuera muy inteligente, pero corría en sentido contrario a los hechos de la historia y de la vida social; se trataba de una teoría sumamente errónea y muy altanera. Y se disimulaban sus muchas fallas, sus cuantiosos errores teóricos con innumerables pequeños embustes y también con grandes mentiras. Las mentiras defendidas con un ejercicio del poder brutal y con la violencia se convirtieron muy pronto en la moneda intelectual corriente de la clase comunista que gobernaba con poder dictatorial en Rusia y de la ambiciosa clase de los dictadores con altas aspiraciones de fuera de Rusia”.

“Este universo de mentiras se contrajo en un agujero negro intelectual. Como ustedes saben, un agujero negro dispone de una fuerza ilimitada para tragarse todo, para destruirlo, para reducirlo a la nada. La diferencia entre verdad y mentira se desdibujó. El vacío espiritual terminó por devorarse a sí mismo. Consiguientemente, el marxismo ha muerto de marxismo, y, para ser exactos, ya hace largo tiempo. Sin embargo, me temo que millones de marxistas se aferrarán a él tanto en el Este como en el Oeste. De la misma manera en que lo han hecho siempre hasta la fecha, sin tener en cuenta lo que suceda en el mundo real: los hechos se pueden ignorar o dejar de explicar”.

“Voy a intentar desarrollar un poco más vivazmente mi discurso, contándoles una historia de mi primera juventud: cómo me hice marxista –o estuve muy cerca de serlo-, y cómo se explica que me transformara para el resto de mi vida en un antagonista del marxismo”.

“Ahora quisiera describir esta trampa ideológica y finalmente relatar cómo me escapé de ella: para estos fueron decisivas la conmoción moral que me produjo una horrible experiencia, y una enorme repugnancia moral”.

“La teoría marxista, o la ideología marxista, tiene varios aspectos, pero el más importante con mucho es el siguiente: se trata de una teoría de la historia que al parecer está en situación de predecir con certeza absoluta y científica (aunque también sólo a grandes rasgos) el futuro de la humanidad. Expresado con más exactitud, sostiene poder predecir una revolución social de la misma manera que la astronomía newtoniana puede predecir un eclipse de sol o de luna. Marx fundamentó su teoría sobre el siguiente conocimiento fundamental: «La historia de todas las sociedades hasta la fecha es la historia de la lucha de clases»”

“En 1847 Marx anunciaba por primera vez, al final de su libro La miseria de la filosofía, que la lucha de clases tiene que culminar en una revolución social, y que ésta conduce a la instauración de una sociedad sin clases o comunista. Su argumentación era muy breve: puesto que la clase trabajadora (el «proletariado») es hoy como ayer la única clase oprimida, aparte de que representa a la única clase productiva y, además, es la clase a la que pertenece la gran mayoría, tiene que llevar necesariamente las de ganar”.

“Y puesto que la historia es la historia de la lucha de clases, esto significará el final de la historia. No habrá ninguna guerra más a partir de esa culminación, ni ninguna lucha, ni violencia ni opresión; el poder del Estado se reducirá a la nada. O expresado en términos religiosos: será el cielo sobre la tierra”.

“Los trabajadores de todos los países se unirán y la revolución social conducirá a la victoria. El capitalismo será destruido junto con sus capitalistas, éstos serán liquidados, y habrá paz sobre la tierra”

“Yo era desde el principio escéptico de alguna manera respecto a lo referente al paraíso que debía seguir a la revolución. Naturalmente, me desagradaba la sociedad de entonces en Austria, marcada por el hambre, la pobreza, el paro y la inflación galopante, tanto como por los especuladores de mercancías que conseguían sacar provecho de todo esto. No obstante, me intranquilizaba la patente intención del Partido de despertar en sus seguidores un instinto en mi opinión asesino contra el «enemigo de clase». Pero se me explicó que esto era necesario y que en cualquier caso no se pensaba demasiado en serio; en una revolución cuenta únicamente la victoria, puesto que bajo las condiciones del capitalismo se asesinarían cada día más trabajadores que en el curso de toda la revolución. Me quedé conforme con ello de mala gana, sin poder deshacerme del sentimiento de tener que pagar un alto precio en lo concerniente a mi credibilidad moral. Y además estaban las mentiras superiores del Partido”.

“Era obvio que decían un día una cosa y al día siguiente justo lo contrario y un día más tarde de nuevo algo totalmente distinto. A modo de ejemplo, primero negaban el Terror Rojo, para poco después afirmar que era necesario. Cuando protesté, me hicieron saber que estas contradicciones eran necesarias y no se debían criticar, puesto que la unidad del Partido era de una importancia decisiva para el éxito de la revolución. Podía ser, claro, que se cometieran errores, pero no estaba permitido denunciarlos públicamente: la lealtad a la línea del Partido tenía que ser absoluta. Pues sólo la disciplina del Partido podría acarrear más rápidamente la victoria. Y por más que yo aceptaba esto de mala gana, tenía el sentimiento de estar sacrificando al Partido algo así como mi integridad personal”.

“Y entonces sucedió la catástrofe: un día de junio de 1919 unos policías abrieron fuego sobre una manifestación de jóvenes camaradas desarmados respaldada por el Partido, y hubo algunos muertos (ocho, si mal no recuerdo). Yo estaba indignado con el proceder de la policía, pero también conmigo mismo”. “Me sentía responsable por ellos y la conclusión a la que llegué fue la siguiente: ciertamente tenía derecho a poner en juego mi vida por mis ideales. Pero, con seguridad, no tenía derecho a animar a otros para que arriesgaran su vida por mis ideales y todavía mucho menos por una teoría como el marxismo, cuya verdad posiblemente se podía poner en duda”

“Pero cuando llegué a la central del Partido me encontré con una actitud muy distinta: la revolución exigía semejantes víctimas; eran inevitables. Por lo demás, esto significaba un progreso, pues hacía que los trabajadores se enfurecieran cada vez más con la policía y velaba porque aquéllos tomaran conciencia del enemigo de clase…… No volví nunca más allí; me había escapado de la trampa marxista”.

“El capitalismo, en el sentido de Marx, ya no existe. La sociedad que Marx conocía ha pasado por grandes, mejor dicho, grandiosas revoluciones. El trabajo manual insoportablemente duro y agotador de antaño, que tenían que ejecutar millones de hombres y todavía más mujeres, ha desaparecido. Yo la he visto todavía [a esa sociedad], con mis propios ojos; y nadie que no la haya presenciado por sí mismo, puede hacerse una idea clara de la transformación radical que ha tenido lugar: de hecho, una revolución que tenemos que agradecer al tan denostado progreso de la tecnología”.

“Un «capitalismo» en el sentido histórico, en el que Marx empleaba el término, no ha existido nunca en este mundo: nunca ha existido una sociedad con una tendencia inherente en el sentido de la Ley de depauperización creciente de Marx o con una dictadura secreta de los capitalistas. Todo esto era y es puro autoengaño. Concedido, la vida al comienzo de la industrialización era enormemente dura. Pero industrialización significaba también productividad creciente y enseguida producción en masa. Obviamente, la producción en masa encontró finalmente su camino también hacia las masas. La interpretación histórica de Marx junto con su profecía no sólo es falsa –es imposible: no se puede producir algo de forma masiva, que según su doctrina esté predestinado para los cada vez menos numerosos ricos capitalistas. Por consiguiente, es un hecho: el capitalismo de Marx es un constructo mental imposible, una quimera”.

“Para destruir esta quimera, la Unión Soviética reunió sin embargo un arsenal de armas sin precedentes hasta la fecha, incluidas armas atómicas, en una magnitud que calculando equivale aproximadamente a 50 millones o todavía más de bombas-Hiroshima. Todo esto para aniquilar un infierno imaginario a causa de su supuesta inhumanidad. Ciertamente, la realidad no era celestial –pero mucho más próxima al cielo que la realidad comunista”.

(Extractos de “Consideraciones sobre el colapso del comunismo” en el libro “La responsabilidad de vivir” de Ediciones Altaya SA)

Comunismo soviético

Alexander Solyenitsin escribió respecto del régimen comunista soviético:

- Este fue el sistema que estableció los primeros campos de concentración en el mundo.
- Este fue el sistema que, por primera vez en el siglo XX, se valió de rehenes, es decir, la detención no sólo de aquel al que se persigue sino de toda su familia y la detención de gente tomada al azar para ser fusilada. El método de los rehenes y de la persecución familiar es, todavía hoy (1975), el arma más poderosa de represión porque los hombres más valientes, que no temen por sí, pueden temblar y aflojar bajo la amenaza contra su familia.
- Fue el sistema, mucho antes que el de Hitler, que introdujo las falsas citaciones de registro, así, tal o cual persona debe presentarse para registrarse, concurren y son llevados para su aniquilación. Nos faltaban entonces las técnicas necesarias para construir cámaras de gas; empleábamos barcazas; estas barcazas se llenaban de centenares y miles de hombres y se hundían.
- Fue el sistema que engañó a los trabajadores con sus decretos: el decreto referido a la tierra, el decreto de paz, el decreto sobre las fábricas, el decreto acerca de la libertad de prensa.
- Fue el sistema que aniquiló a todos los otros partidos. Y les ruego que comprendan; no se limitó a anular partidos, no los disolvió, sino que aniquiló a sus miembros; a los componentes de todos los otros partidos los aniquiló y así aniquiló a los propios partidos.
- Fue el sistema que ejecutó el genocidio de los campesinos: quince millones de campesinos fueron aniquilados.
- Fue el sistema que introdujo la esclavitud a través del así llamado “régimen de pasaportes”.
- Fue el sistema que, en plena paz, provocó artificialmente el hambre en Ucrania. Seis millones de personas murieron en Ucrania de hambre, a las puertas mismas de Europa, entre 1932 y 1933. Europa no se dio cuenta y el mundo no se dio cuenta…¡ Seis millones de personas !

(Del libro “En la lucha por la libertad” – Editorial Emecé)

Hoy el mundo libre tiene la esperanza de ver el ocaso del “último emperador”, el último representante del Imperio Soviético, Fidel Castro, si bien éste pretende que su poder sea hereditario y que la dinastía Castro se prolongue por un tiempo indefinido.

Se aducirá que hay otros imperialismos y que hay egoísmo y delincuentes económicos en todo el mundo, pero la gente decente tiene derecho a reclamar por la libertad y por la dignidad humana, y que los errores de los demás no justifican las matanzas y el encarcelamiento ocasionado a la gente decente.

Mercado, capitalismo y socialismo


Es conveniente establecer una síntesis respecto del capitalismo y de sus posibles distorsiones, por cuanto existen diferencias notables entre ellos. En primer lugar tenemos la economía de mercado, que vendría a ser el modelo ideal al cual debería orientarse toda sociedad por cuanto es el que mejores resultados ha dado, en todos los aspectos posibles:

Economía de mercado = Trabajo + Ahorro Productivo + Ética natural.

Si bien la predisposición al trabajo y al ahorro ya implica una base ética elemental, debe buscarse, además, un beneficio simultáneo entre todas las partes intervinientes en procesos de tipo productivo, comercial y, en general, económico.

Empresarios, accionistas, empleados y clientes son las partes que intervienen en estos procesos y deben buscarse las condiciones que sean favorables a todos ellos en forma simultánea.

Una de las distorsiones posibles es el “capitalismo empresarial”, el cual ocurre cuando el empresario tiene como objetivo la optimización de sus propias ganancias considerando con poco o ningún interés los beneficios para los demás sectores de la economía:

Capitalismo empresarial (Optimización de ganancias a partir de la producción)

Una variante aparecida recientemente es la del “capitalismo financiero”, que poco tiene que ver con la producción ya que sólo busca ganancias a través de la compra y de la venta de acciones y títulos. Es posible que esta práctica sea el principal factor que favorece la aparición de las crisis financieras, como la del 2008.

Si bien no existe una línea netamente marcada que separa inversión de especulación, se estima que la venta de una acción unas cien veces por año implica inversión, mientras que si se vende una cien veces por semana, es especulación.

Capitalismo financiero (Optimización de ganancias a partir de la especulación)

Finalmente tenemos el ya conocido “capitalismo estatal” en el cual, mediante la expropiación de los medios de producción, se establece un monopolio estatal que reemplaza al mercado por la planificación, llevada a cabo por un reducido número de dirigentes políticos.

Capitalismo estatal (Monopolio y poder absoluto del Estado)

Muchas veces se ha dicho que el “socialismo” nunca se aplicó en la URSS ni en cualquier otro lugar. Esto se explica porque en los escritos de Marx se sugiere, luego de la revolución o guerra civil, la expropiación de los medios de producción. Una vez establecido el capitalismo estatal, vendría (en teoría) la etapa del socialismo (o comunismo) con la “desaparición del Estado”. Esta transición es muy difícil de imaginar, porque la propiedad es del Estado o es privada o es mixta. De ahí que nunca se llegó al socialismo por cuanto no es posible su existencia real, y es sólo una sociedad utópica imaginada por Marx.

Todavía hay intelectuales que siguen considerando al socialismo como una gran meta o una gran idea. Quizás la única explicación de esta actitud sea la de una profunda creencia, de tipo religioso, que profesan los seguidores de Marx, o bien se explica por la existencia de quienes encuentran en sus escritos una ideología que les permitirá tomar el poder absoluto estableciendo una sociedad totalitaria de la cual ya hemos tenido muchos ejemplos.

¿La historia lo absolverá?



En Cuba, bajo el dominio del capitalismo estatal, cada familia puede recibir un jabón mensual, en forma alternativa, de lavar ropa o de tocador, según afirma una periodista de C5N. Cada grupo familiar dispone de uno o dos lámparas eléctricas que debe ir cambiando de habitación en habitación. Cada individuo puede comer sólo aquello que está en su tarjeta de racionamiento. Cuba es todavía una cárcel soviética, con sus ventajas y desventajas respecto de una sociedad libre.

El propio Fidel Castro ha acusado a la médica Hilda Molina de “buscar ser propietaria”. Recordemos que la mencionada médica no ha podido salir de Cuba para visitar y conocer a sus nietos que viven en la Argentina. Fidel Castro, el amo absoluto de Cuba, debería contemplar la posibilidad de que los cubanos puedan ser propietarios, de manera de poder trabajar con más entusiasmo en lugar de tener que sacrificarse, día a día, en función de la única empresa que todo lo domina: el Estado.

Muchas familias han quedado separadas debido a la salida de cubanos al exterior y a las dificultades que tienen para entrar o salir del país. Si se buscan los defectos del capitalismo, podemos observar el caso de Cuba, ya que el capitalismo estatal acentúa todos los errores atribuidos al capitalismo privado.

El miedo domina a los cubanos, que tienen que fingir sus opiniones ante la severa custodia de los integrantes del Partido dominante. Estos les indican qué comer, qué pensar, qué leer, qué hacer. La esclavitud no sólo debe asociarse al cuerpo, sino también a la mente. Sólo pueden utilizar una hora semanal (¿o mensual?) en Internet y no más del 1% de la población tiene teléfono celular, lo que impide cualquier tipo de reunión de opositores al régimen.

Existe, sin embargo, un tipo psicológico, el del “libertador marxista-leninista”, que personificado en Fidel Castro, nos da una enseñanza que las actuales y futuras generaciones deben tener presente, sobre todo para no caer bajo la influencia de sus mentiras y de sus desmedidas ansias de poder.

Víctor Massuh escribió al respecto:

“El libertador marxista-leninista: Ha tomado el poder envilecido por un tiranuelo y lo acompañó la simpatía de toda América. Su triunfo fue una saludable algarabía juvenil que presagiaba el reino del pluralismo y la libertad. Pero el liberador tenía otros planes: adopta el marxismo-leninismo como doctrina del Estado, instaura el partido único, la prensa uniforme y el gobierno unipersonal.

Estatiza la economía; transita los caminos del socialismo pero sólo alcanza a socializar el hambre, la privación y la pérdida de la libertad. En nombre de la paz levanta un ejército poderoso y desproporcionado con las medidas de su pequeño país. La tierra alegre y musical se convierte en una cárcel.

La algarabía revolucionaria concluye en la instauración del régimen militar más estable y prolongado de América Latina. Al pueblo le faltará alimentos y viviendas, pero no discursos que el liberador castrense pronunciará por largas horas ante una plaza colmada de estribillos. Pero hay algo que lo singulariza sobre todas las cosas: su generosa preocupación por liberar otros países. Esta es su obsesión, su misión sagrada, su única coherencia: la casa ajena.

Aconseja copiosamente a los mandatarios extranjeros sobre lo que deben hacer en sus propias tierras; mejor aún si completa estos consejos con el envío de expedicionarios. Su ideal es contar con un ejército interminable disperso por el mundo, liberando incansablemente.

Se diría que esta vocación por lo ajeno acaso enmascare una verdadera desaprensión por la propia casa sumida en el atraso y la pobreza. Tan hábil para entrar de modo subrepticio en países distantes y pontificar sobre lo que les conviene, por las buenas o por las malas, pero tan inhábil en el propio país: no sabe qué hacer con una economía que al cabo de dos décadas (escrito en 1978) sigue a los tumbos y se obstina en no adecuarse a sus recetas razonables”

(De “Ideología de la liberación” – Academia Nacional de Ciencias – Buenos Aires)

Conquistas sociales

En épocas de Gengis Kan, luego de que los mongoles vencieran a los chinos, lo habitual en la época era la eliminación del bando perdedor. Entonces intervino uno de sus ayudantes y le sugiere al jefe mongol la posibilidad de hacer trabajar a los chinos en su beneficio en lugar de matarlos. Ello condujo a una gran mejora social; la esclavitud, en lugar de la muerte. Con el tiempo, se logra otra conquista social importante: la libertad, en lugar de la esclavitud forzada.

En nuestras épocas, hasta hace poco existió algo similar a la esclavitud forzada, tal el caso de los países comunistas. Entonces aparecieron algunos marxistas brillantes que vieron que a los hombres se les podía dar libertad, para que produjeran y crecieran libremente, pero que aportaran impuestos en proporción a sus ganancias. Habían redescubierto la economía de mercado, aunque mantenían el poder estatal y los beneficios de la clase privilegiada.

Permitieron así que muchos millones de personas comenzaran a adaptarse a una nueva forma de vida, que por cierto no fue una adaptación fácil. Tanto en Rusia como en China se notaron los cambios, especialmente en este último caso, ya que la capacidad laboral de los chinos podrá ahora manifestarse logrando resultados antes inimaginados.

La China actual es un gobierno comunista con economía de mercado, es decir, sigue teniendo el nombre de comunista, en el sentido de que mantiene los beneficios de la clase dominante, pero en la propia constitución se aprobó la existencia de la propiedad privada por un mayoritario 99 % de votos en el parlamento chino. De esta forma, los comunistas cumplen con sus deseos de poder, pero dejan vivir en libertad a las clases dominadas. Todo un progreso social en estas épocas.


Y LA BURGUESÍA NO SE MUERE….

Si bien el título del presente escrito es sólo una frase fuera de contexto, es una muestra de la prédica cotidiana que el televidente recibe de ideólogos marxistas. Este es el caso del filósofo José Pablo Feinmann quien utiliza nada menos que un canal televisivo del Ministerio de Educación (Encuentro) para instigar a la división y al odio entre sectores. La frase anterior fue pronunciada por tal personaje.

A cada tanto afirma que lo que tiene la burguesía se lo ha sacado a los pobres, descartando la posibilidad de que algunos trabajen arduamente y otros no lo hagan. De ahí que, según la versión marxista de la realidad, debe existir una “justa venganza” desde el proletariado hacia la burguesía hasta que se produzca la “triunfal llegada del socialismo”.

Gran parte de la población contempla a diario, con indignación, cómo son asesinadas personas comunes por parte de los marginados por el odio. Justamente, la prédica marxista, en lugar de promover la mejora individual, alienta el odio buscando culpables exteriores, e inocentes, a los distintos problemas individuales y familiares.

Una persona que transita por el camino de la delincuencia, sufre la peor marginación posible, porque el resto de la población le temerá como si se tratase de una bestia peligrosa, y su reinserción social será muy dificultosa. Sin embargo, desde el propio Ministerio de Educación se promueve ese tipo de marginación aunque se diga a cada rato que el marginador es la persona decente y trabajadora.

Mientras que los nazis repetían miles de veces que la culpa de todos los males estaba en los judíos, hasta que ocurrió la barbarie por todos conocida, los marxistas repiten miles de veces que la culpa de todos los males está en la burguesía, que ahora está materializada principalmente en el empresariado. De ahí que no es de extrañar que esa prédica haya producido aún más víctimas que las ocasionadas por el nazismo. Y es la prédica que favorece actualmente la violencia urbana.

Mientras que en otras épocas había jóvenes que preferían trabajar en vez de estudiar, en la actualidad se prohíbe el trabajo de los menores principalmente para “no ser explotados laboralmente”. Este tipo de marginación adicional hace que unos 800.000 adolescentes de todo el país no trabajen ni estudien, y se ubican a un paso de la delincuencia. Como se supone que es la “burguesía y el sistema capitalista” el culpable de toda violencia, se exime de culpa a todo delincuente y de ahí el apoyo adicional a la violencia urbana.

Incluso en televisión vemos algunos marxistas disfrazados de cristianos, como es el caso del “sacerdote” Vicente Reale, que alaba a los gobiernos izquierdistas de Sudamérica por lograr “la identidad” de la región. Posiblemente esté satisfecho con los 6.700 millones de dólares que Hugo Chávez gastó en armamentos y con la escalada militar que parece avecinarse por estos países. Si tuviera un poco de dignidad sacerdotal, tendría en cuenta los 8.000 curas y monjas asesinados por los marxistas (republicanos) durante la Guerra Civil española.

Mientras que se reclama, desde la sociedad, una mejora a partir de la educación, a uno le queda la duda de la posible influencia que ha de tener un maestro en cuanto la propia Presidente considera a Eva Perón, Maradona y el Che Guevara como los personajes representativos de la Argentina; como “héroes nacionales”. De ahí que, si un adolescente lee acerca de la vida del Che Guevara, no sería nada extraño que adquiriera un arma y se pusiera a matar “burgueses”, quizá así algún día llegará a los 200 asesinatos, como fue el caso de su “ídolo”, y en el futuro podrá ser admirado en todo el mundo.

Así como el judío siempre ha temido a los nazis, por cuanto ha sido por ellos agredido en forma psicológica y material, el cristiano siempre ha temido al marxista (o debe temerle si no lo advirtió), por cuanto siempre ha sido por él agredido en forma psicológica y material.

Los ideólogos marxistas son el primer eslabón de la cadena de la violencia, como la ocurrida en la década de los setenta. Si se atribuye al egoísmo empresarial la “explotación del trabajador”, debemos también atribuir a la maldad del marxista tratar de usarlos y marginarlos de la sociedad llenando sus mentes y sus corazones de odio e instigándolos a la violencia.

Pronósticos de Marx

El matemático Girolamo Cardano (1501-1576), quien presumía de ser un gran astrólogo, para demostrar ese conocimiento, predice el día de su muerte, y se suicida para cumplir con el pronóstico. Esta historia cómica y trágica a la vez, ha sido similar a la que le tocó vivir a gran parte de la humanidad durante el siglo XX.

El economista Karl Marx predice la “inevitable” llegada del comunismo, en todo el planeta, y para cumplir con ese pronóstico, fomenta las revoluciones, crea conflictos y se convierte en el principal ideólogo del odio y la violencia.

La ciencia tiene por objetivo descubrir leyes verificables en el presente, y que, en caso de ser acertadas, es posible que permitan predecir hechos futuros, o nuevas leyes. Pero la ciencia no tiene como objetivo predecir hechos individuales como el suicidio de una persona o el triunfo del marxismo a nivel planetario.

Si bien no se le puede exigir a ninguna teoría sociológica que sea tan acertada como para predecir con éxito el futuro, al menos se le debe exigir que describa los verdaderos vínculos entre causas y efectos que se producen en toda sociedad. Sin embargo, la ideología de Marx establece las “causas sociales” que llevarán a las sociedades a la violencia y a la revolución, encaminadas hacia el cumplimiento del “inevitable triunfo del comunismo”.

Este gran absurdo, ha dominado el pensamiento de muchos países y ha costado decenas de millones de víctimas inocentes. La falsedad de su método puede sintetizarse en su expresión: “Hasta ahora los filósofos han explicado el mundo, desde ahora debemos transformarlo”. Al mundo podemos cambiarlo si previamente hemos encontrado leyes naturales evidentes, o verificables, de lo contrario se establece el gobierno del hombre sobre el hombre, o el predominio de la voluntad de Marx sobre toda la humanidad.

Ante el gran sufrimiento que produjo el odio marxista, se lo ha dejado de lado en la mayoría de los países que alguna vez fueron engañados por el absurdo. Sin embargo, aún hoy vemos en los libros de sociología el nombre de quien usó un disfraz científico para engañar a los menos precavidos. Ya es hora que, en la historia, ocupe el lugar que le corresponde.

Lo que sigue en Venezuela

Una vez que Chávez reconoció su simpatía por Fidel Castro y el Che Guevara, no es muy difícil predecir hacia donde se dirige Venezuela, es decir, hacia el capitalismo estatal. Lenin expresó en su último discurso: “El capitalismo de Estado es el capitalismo que debemos imitar dentro de cierto marco. Esto es esencial y de nosotros dependerá cómo será ese capitalismo de Estado” (Citado en “El vacilar de las cosas” de Juan José Sebreli – Editorial Sudamericana SA)

El capitalismo estatal es el monopolio y total predominio del Estado sobre la propiedad, sobre la economía, la educación, la cultura, etc. En definitiva, es la máxima expresión del gobierno mental y material del hombre sobre el hombre.

Debe aclararse que el socialismo o el comunismo no existieron nunca, ni existen, ni existirán, por cuanto tal utopía social es una creación propia de la mente de Karl Marx, que sus seguidores aceptan por ser una creencia de tipo religioso. Una vez que se elimina la propiedad privada, le sigue el capitalismo estatal. No hay otra cosa en el mundo real.

El marxista generalmente se “impone” en toda discusión porque compara la social ideal, perfecta (el socialismo) con cualquier sociedad real e imperfecta. Y eso que el marxista critica siempre al idealismo filosófico…..

El capitalismo estatal es un sistema esclavista similar, o quizás peor, que el feudalismo y otros sistemas del pasado. Quienes critican la “acumulación de capital, el poder y la explotación capitalista” son los que, generalmente, pretenden solucionar tales problemas mediante el capitalismo estatal, cuando en realidad acentúa y magnifica todos esos problemas.

La reciente muestra de la heredabilidad del poder, desde Fidel a Raúl Castro, y las manifestaciones de Chávez en la búsqueda de la reelección indefinida, muestran claramente actitudes sólo comparables al feudalismo de hace varios siglos atrás.

La sovietización de Venezuela marcha a buen ritmo. La dictadura del proletariado sobre la burguesía se ha de ir acentuando con los éxitos eleccionarios. El odio y la división de clases no se dan naturalmente, sino que son promovidos por los ideólogos marxistas en sus ansias de lograr el poder absoluto. La actitud de Chávez y de sus seguidores no sólo debe contemplarse desde un punto de vista ideológico o político, sino desde un punto de vista psiquiátrico.