El marxismo fundamenta sus críticas al capitalismo privado aduciendo la existencia de explotación laboral desde el empresariado hacia los trabajadores. Por ello proponen abolir tal sistema para reemplazarlo por el socialismo, o capitalismo estatal. En este sistema económico, el Estado (o quienes lo dirigen) será el propietario de todos los medios de producción. Pero nadie garantiza que no vaya a existir explotación laboral bajo el nuevo régimen. La médica cubana Hilda Molina escribió:
“Mi primera jornada en el hospital de Mostaganem resultó esclarecedora. Al firmar mi contrato comprobé que el gobierno cubano cobraba muchas divisas por mi trabajo, tantas que la cifra final ascendió a más de un cuarto de millón de dólares. Yo, al igual que el resto de mis compatriotas, recibía sólo un pequeño estipendio en dinares argelinos que apenas garantizaba la supervivencia, al tiempo que en Cuba entregaban a mi madre mi modesto salario en pesos cubanos”.
“Supe también que mi presencia en Argelia no obedecía a una situación de catástrofe. El verdadero motivo era que los neurocirujanos de ese país se negaban a trabajar en Mostaganem y preferían hacerlo en ciudades más importantes con vistas a satisfacer sus intereses lucrativos. Conocí además que a los galenos cubanos nos obligaban a residir cual becarios adolescentes, varios en un mismo apartamento. Y confirmé que, tanto para las autoridades de la isla como para sus representantes en Argelia, los especialistas de la salud no éramos más que una dotación de esclavos ingenuos, obedientes, abnegados y excelentes productores de dólares”.
“….Y yo, una indefensa mujer, viajaba sola junta al chofer hasta el hospital donde en horario nocturno únicamente trabajaban hombres argelinos. El peligro que esto implicaba para mi seguridad y para mi salud no importaba ni a los diplomáticos ni a los funcionarios cubanos. A ellos solamente les interesaban las divisas que el régimen recaudaba por cada una de mis guardias, los dólares que fluían a partir de mi riesgoso trabajo y de mis inolvidables dolorosos sacrificios” (Del libro “Mi verdad” de Hilda Molina – Pág.151-152 – Grupo Editorial Planeta SAIC – Buenos Aires 2010).
Luego de una sucesión casi interminable de fracasos, los marxistas ni siquiera tienen la menor predisposición a comparar a la antigua Alemania Occidental, con su “milagro alemán”, con la Alemania Oriental (socialista), que tuvo que cerrar una de sus fronteras con la muralla de Berlín. Tampoco se dignan comparar a la antigua China socialista de Mao Tse Tung con la floreciente China que adhiere a la economía de mercado.
En el capitalismo privado, cuando alguien siente que es explotado laboralmente, tiene tres opciones para evadir la situación: puede solicitar trabajo en otra empresa, puede trabajar por cuenta propia o bien puede irse a otra ciudad o a otro país, por lo que puede denominarse tal situación laboral como una esclavitud circunstancial. En el capitalismo estatal, como es el caso de Cuba, el cambio de empresa implica quedar trabajando para el mismo “dueño”, el Estado, mientras que está prohibida toda actividad laboral individual o privada y también es casi imposible abandonar el país, por lo que tal situación laboral y social puede denominarse “esclavitud forzada”, algo ya superado por muchos países desde hace varios siglos.
Cabe establecer, como conclusión inmediata, que carece de sentido perder el tiempo en discusiones en las que no se tiene en cuenta la realidad y que sólo se apunta a la toma del poder por parte de un minúsculo sector de la sociedad. Eso sí, debe reconocerse, tal sector ha logrado convencer, con sus pobres argumentos, a un masivo sector de la población. Aunque alguna razón tienen, ya que Marx había pronosticado el derrumbe del capitalismo, tal como ocurrió en el caso del ex Imperio Soviético, de la China socialista y de muchos otros países. Justamente, cayeron primeramente los capitalismos estatales cuyo establecimiento fue favorecido por las prédicas del propio Marx.
Respecto al capitalismo privado, su mejora comenzará a producirse cuando se critique a los que especulan y a los que poco o nada producen, en lugar de hacerlo con los sectores productivos de la sociedad suponiendo que necesariamente han de ser “explotadores” de sus empleados.
En cuanto a la ex Unión Soviética, su último líder, Mijail Gorbachov, expresó: “Un serio obstáculo en el camino de las transformaciones fue el inmenso estrato intermedio de la administración, los funcionarios políticos y estatales para los que el régimen creado bajo Stalin era algo «propio», el medio natural, una fuente de privilegios y de poder prácticamente incontrolable sobre los individuos” (De “Memorias de los años decisivos 1985-1992” de Mijael Gorbachov – Ed. Globus Comunicación – Madrid 1994)
En el socialismo teórico, se considera “explotación laboral” a toda dependencia laboral fuera del sistema socialista, ya que se propone que cada empleado sea en realidad un “socio” más en toda empresa. De ahí aquella frase que sugiere: “De cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad”. Es decir, el empresario, capaz de crear y llevar adelante un emprendimiento empresarial, debe hacerlo sin pretender ganar más que sus empleados, por cuanto estos tienen sus mismas necesidades. En el socialismo real, por el contrario, al establecerse la “dictadura del proletariado”, la clase dirigente marxista se encarga de explotar al resto de la población.
Todo esto, que para muchos no resulta ser una novedad, hace surgir una pregunta: ¿Porqué existe tanta admiración por Fidel Castro o por el Che Guevara?. Cabe una respuesta: “Porque el que odia a mi enemigo (EEUU) es mi amigo”. En muchos países, es tan grande el odio hacia EEUU que se llega a simpatizar con quienes promueven la explotación laboral y la esclavitud forzada. Recordemos que una emisora de Buenos Aires hizo una encuesta, luego del atentado a las torres de Nueva York, para conocer el porcentaje de quienes adherían a la exclamación de Hebe de Bonafini de que “había festejado el atentado”, y resultó un cincuenta y cinco por ciento de adhesiones a favor.
La creencia marxista en la culpabilidad empresarial por los males de la sociedad, ha sido bastante aceptada por la mayoría. Incluso se supone que el delincuente común es alguien previamente marginado de aquélla (debido al “monopolio empresarial” y la “explotación laboral”) por lo cual se lo exime de culpas y se lo trata de reinsertar rápidamente en la sociedad, favoreciendo la violencia urbana que produce diariamente gran cantidad de victimas inocentes.
El trabajo de los menores de edad es un hecho indeseado, ya que en nuestra época es imprescindible poseer cierta capacitación, además de los otros beneficios que brinda el estudio. Pero habrá muchos adolescentes que no quieren estudiar, por lo que en otras épocas aprovechaba el tiempo aprendiendo algún oficio. Sin embargo, actualmente, la prohibición al trabajo de los menores responde a cierta necesidad de protegerlos de la “explotación laboral” que, se supone, necesariamente se ha de dar en la sociedad de capitalismo privado. Asociada a la no imputabilidad de los menores ante delitos cometidos, se les provoca un grave daño por cuanto, al llegar a la mayoría de edad, no tienen hábitos laborales y hasta pueden haber llegado a un paso de la delincuencia.
Debemos tratar de priorizar la realidad en cuanto existan diferencias con las opiniones de Marx. El escritor Aldous Huxley alguna vez expresó: “Si hay guerra es porque la gente quiere que haya guerra”. Ahora podemos decir que, si existe violencia urbana, es porque las ideas predominantes en la sociedad la favorecen.
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¿Hay alguna justificación para apoyar el comunismo? La única que se me ocurre es la esperanza de conseguir un alto puesto en el secretariado del partido comunista.
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