domingo, 29 de agosto de 2010

Explotación laboral

El marxismo fundamenta sus críticas al capitalismo privado aduciendo la existencia de explotación laboral desde el empresariado hacia los trabajadores. Por ello proponen abolir tal sistema para reemplazarlo por el socialismo, o capitalismo estatal. En este sistema económico, el Estado (o quienes lo dirigen) será el propietario de todos los medios de producción. Pero nadie garantiza que no vaya a existir explotación laboral bajo el nuevo régimen. La médica cubana Hilda Molina escribió:

“Mi primera jornada en el hospital de Mostaganem resultó esclarecedora. Al firmar mi contrato comprobé que el gobierno cubano cobraba muchas divisas por mi trabajo, tantas que la cifra final ascendió a más de un cuarto de millón de dólares. Yo, al igual que el resto de mis compatriotas, recibía sólo un pequeño estipendio en dinares argelinos que apenas garantizaba la supervivencia, al tiempo que en Cuba entregaban a mi madre mi modesto salario en pesos cubanos”.

“Supe también que mi presencia en Argelia no obedecía a una situación de catástrofe. El verdadero motivo era que los neurocirujanos de ese país se negaban a trabajar en Mostaganem y preferían hacerlo en ciudades más importantes con vistas a satisfacer sus intereses lucrativos. Conocí además que a los galenos cubanos nos obligaban a residir cual becarios adolescentes, varios en un mismo apartamento. Y confirmé que, tanto para las autoridades de la isla como para sus representantes en Argelia, los especialistas de la salud no éramos más que una dotación de esclavos ingenuos, obedientes, abnegados y excelentes productores de dólares”.

“….Y yo, una indefensa mujer, viajaba sola junta al chofer hasta el hospital donde en horario nocturno únicamente trabajaban hombres argelinos. El peligro que esto implicaba para mi seguridad y para mi salud no importaba ni a los diplomáticos ni a los funcionarios cubanos. A ellos solamente les interesaban las divisas que el régimen recaudaba por cada una de mis guardias, los dólares que fluían a partir de mi riesgoso trabajo y de mis inolvidables dolorosos sacrificios” (Del libro “Mi verdad” de Hilda Molina – Pág.151-152 – Grupo Editorial Planeta SAIC – Buenos Aires 2010).

Luego de una sucesión casi interminable de fracasos, los marxistas ni siquiera tienen la menor predisposición a comparar a la antigua Alemania Occidental, con su “milagro alemán”, con la Alemania Oriental (socialista), que tuvo que cerrar una de sus fronteras con la muralla de Berlín. Tampoco se dignan comparar a la antigua China socialista de Mao Tse Tung con la floreciente China que adhiere a la economía de mercado.

En el capitalismo privado, cuando alguien siente que es explotado laboralmente, tiene tres opciones para evadir la situación: puede solicitar trabajo en otra empresa, puede trabajar por cuenta propia o bien puede irse a otra ciudad o a otro país, por lo que puede denominarse tal situación laboral como una esclavitud circunstancial. En el capitalismo estatal, como es el caso de Cuba, el cambio de empresa implica quedar trabajando para el mismo “dueño”, el Estado, mientras que está prohibida toda actividad laboral individual o privada y también es casi imposible abandonar el país, por lo que tal situación laboral y social puede denominarse “esclavitud forzada”, algo ya superado por muchos países desde hace varios siglos.

Cabe establecer, como conclusión inmediata, que carece de sentido perder el tiempo en discusiones en las que no se tiene en cuenta la realidad y que sólo se apunta a la toma del poder por parte de un minúsculo sector de la sociedad. Eso sí, debe reconocerse, tal sector ha logrado convencer, con sus pobres argumentos, a un masivo sector de la población. Aunque alguna razón tienen, ya que Marx había pronosticado el derrumbe del capitalismo, tal como ocurrió en el caso del ex Imperio Soviético, de la China socialista y de muchos otros países. Justamente, cayeron primeramente los capitalismos estatales cuyo establecimiento fue favorecido por las prédicas del propio Marx.

Respecto al capitalismo privado, su mejora comenzará a producirse cuando se critique a los que especulan y a los que poco o nada producen, en lugar de hacerlo con los sectores productivos de la sociedad suponiendo que necesariamente han de ser “explotadores” de sus empleados.

En cuanto a la ex Unión Soviética, su último líder, Mijail Gorbachov, expresó: “Un serio obstáculo en el camino de las transformaciones fue el inmenso estrato intermedio de la administración, los funcionarios políticos y estatales para los que el régimen creado bajo Stalin era algo «propio», el medio natural, una fuente de privilegios y de poder prácticamente incontrolable sobre los individuos” (De “Memorias de los años decisivos 1985-1992” de Mijael Gorbachov – Ed. Globus Comunicación – Madrid 1994)

En el socialismo teórico, se considera “explotación laboral” a toda dependencia laboral fuera del sistema socialista, ya que se propone que cada empleado sea en realidad un “socio” más en toda empresa. De ahí aquella frase que sugiere: “De cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad”. Es decir, el empresario, capaz de crear y llevar adelante un emprendimiento empresarial, debe hacerlo sin pretender ganar más que sus empleados, por cuanto estos tienen sus mismas necesidades. En el socialismo real, por el contrario, al establecerse la “dictadura del proletariado”, la clase dirigente marxista se encarga de explotar al resto de la población.

Todo esto, que para muchos no resulta ser una novedad, hace surgir una pregunta: ¿Porqué existe tanta admiración por Fidel Castro o por el Che Guevara?. Cabe una respuesta: “Porque el que odia a mi enemigo (EEUU) es mi amigo”. En muchos países, es tan grande el odio hacia EEUU que se llega a simpatizar con quienes promueven la explotación laboral y la esclavitud forzada. Recordemos que una emisora de Buenos Aires hizo una encuesta, luego del atentado a las torres de Nueva York, para conocer el porcentaje de quienes adherían a la exclamación de Hebe de Bonafini de que “había festejado el atentado”, y resultó un cincuenta y cinco por ciento de adhesiones a favor.

La creencia marxista en la culpabilidad empresarial por los males de la sociedad, ha sido bastante aceptada por la mayoría. Incluso se supone que el delincuente común es alguien previamente marginado de aquélla (debido al “monopolio empresarial” y la “explotación laboral”) por lo cual se lo exime de culpas y se lo trata de reinsertar rápidamente en la sociedad, favoreciendo la violencia urbana que produce diariamente gran cantidad de victimas inocentes.

El trabajo de los menores de edad es un hecho indeseado, ya que en nuestra época es imprescindible poseer cierta capacitación, además de los otros beneficios que brinda el estudio. Pero habrá muchos adolescentes que no quieren estudiar, por lo que en otras épocas aprovechaba el tiempo aprendiendo algún oficio. Sin embargo, actualmente, la prohibición al trabajo de los menores responde a cierta necesidad de protegerlos de la “explotación laboral” que, se supone, necesariamente se ha de dar en la sociedad de capitalismo privado. Asociada a la no imputabilidad de los menores ante delitos cometidos, se les provoca un grave daño por cuanto, al llegar a la mayoría de edad, no tienen hábitos laborales y hasta pueden haber llegado a un paso de la delincuencia.

Debemos tratar de priorizar la realidad en cuanto existan diferencias con las opiniones de Marx. El escritor Aldous Huxley alguna vez expresó: “Si hay guerra es porque la gente quiere que haya guerra”. Ahora podemos decir que, si existe violencia urbana, es porque las ideas predominantes en la sociedad la favorecen.

domingo, 9 de mayo de 2010

El "amor" de un líder por su pueblo...

Hilda Molina escribe:

“El 14 de Octubre (de 1962), el gobierno de EEUU había detectado la presencia de bases soviéticas de misiles nucleares en Cuba, por lo que el presidente John F. Kennedy decretó el cerco total de nuestra isla. Aunque el líder de la Unión Soviética, Nikita Krushev, se dispuso a buscar una solución a ese gravísimo conflicto, Fidel Castro, con su habitual intransigencia e irresponsabilidad, recomendó a los soviéticos el ataque a EEUU sin importarle que su insensible proposición implicara el exterminio del pueblo de Cuba y el lanzamiento del mundo al holocausto nuclear.”


(Extractos de “Mi verdad” de Hilda Molina – (Pág.66) – Grupo Editorial Planeta SAIC – Buenos Aires 2010)

El súbdito ideal


Escribe Hilda Molina:

“El prototipo de ciudadano ideal al régimen de Fidel Castro debe amar sobre todas las cosas al Estado y a su máximo líder, amarlos más que a Dios y más que a su propia familia; y rendirle, extasiado de emoción, un culto idolátrico al Comandante, convencido de que él es la sumatoria sacrosanta de la patria, la nación, el himno y la bandera. Ese ciudadano, que bajo ningún concepto puede ser católico, en infinita muestra de gratitud por las limosnas que le ofrece el gobierno, debe renunciar con alegría a su identidad y a todas las libertades y derechos que Dios le concedió al crearlo único e irrepetible.

No puede pensar con su propio cerebro, sino a través de los pensamientos de Fidel Castro y de su Partido Comunista; y, pletórico de dicha, debe destrozar sus propios sueños para hacer realidad los sueños y caprichos del Comandante. Ese ciudadano tiene que observar con obsecuencia y satisfacción los privilegios de la jerarquía dirigente y de sus familiares, y aplaudir y elogiar tales privilegios.
Aunque constate por doquier la descomposición social que corroe las entrañas de la patria: vicios, violencia, corrupción, prostitución….debe sentirse feliz de vivir en la sociedad más pura y limpia del mundo y en el país que es cuna y hogar del «hombre nuevo».

Tiene que llorar de felicidad, de orgullo y de emoción cuando es designado para cumplir cualquier misión del Comandante, no importa que ésta sea por tiempo indefinido y lejos de la patria. Ese ciudadano ideal, no obstante el peligro real de morir o quedar mutilado, debe marchar embargado de gozo de pelear en guerras ajenas para hacer feliz al Comandante.

Tiene que vibrar de admiración, de orgullo y de satisfacción cuando el Comandante insulte públicamente a los capitalistas al tiempo que mantiene una amistad entrañable con individuos que son paradigmas del capitalismo salvaje. Debe sentirse honrado y feliz si Fidel Castro y su revolución le dan la oportunidad de convertirse en sirviente o en esclavo de cualquier extranjero, no importa si es un aventurero o hasta un delincuente.

Ese ciudadano hipotéticamente ideal debe esforzarse al máximo para producir muchas divisas y llenarse de júbilo cuando los jefes del gobierno y del Partido cobran esas divisas. El ciudadano ideal al régimen de Fidel Castro debe agradecer a su Comandante la extraordinaria posibilidad de ser un individuo de última categoría en su propio país y de vivir en una Cuba para los extranjeros.

Debe comprender, pero bien comprendido, que él no es merecedor de ningún reconocimiento, porque su alegría mayor es hacer entrega sistemática de sus propios triunfos, méritos, logros, éxitos y hazañas y transferirlos al Comandante, único y verdadero héroe de la nación.

Ese hipotético ciudadano ideal debe reverenciar y rendir perenne tributo de gratitud a Fidel Castro cuando el máximo líder y su régimen le secuestren el alma, lo despersonalicen, le destrocen la autoestima, le pulvericen las esperanzas y los sueños, y lo transformen en un miembro sin nombre de una multitud sumisa y aterrorizada”


(Extractos de “Mi verdad” de Hilda Molina – (Pág.312 a 313) – Grupo Editorial Planeta SAIC – Buenos Aires 2010)

miércoles, 5 de mayo de 2010

Fidel Castro; un auténtico marxista

Escribe la médica cubana Hilda Molina:

“…..Pero el Fidel Castro original nunca estuvo satisfecho consigo mismo. Él ambicionaba ser el hombre más importante del planeta, el mejor del mundo y, frustrado porque sus humanas limitaciones le impedían satisfacer sus anhelos sobrehumanos, desarrolló un odio visceral hacia sí mismo. Fidel Castro se odiaba y, no conforme con su propio yo, cual un Frankestein contemporáneo y caribeño, se inventó, se fabricó otro Fidel Castro. ¿Cómo lo hizo? Aniquiló su alma, metamorfoseó su frustración en un ego descomunal y sumó ese ego a su carisma y a su privilegiada inteligencia, adiciones estas que generaron un monstruo capaz de apropiarse de un poder ilimitado y vitalicio. Y ha sido mediante ese poder, que él lo imagina lo equipara con Dios, que Fidel Castro ha alcanzado su obsesiva meta de erigirse en el mejor del mundo en todo. ¿Cómo? Ejerciendo una suerte de vampirismo emocional y espiritual, apoderándose de las voluntades y de las almas de millones de seres humanos cubanos y de otras tierras. Émulo inveterado de Alejandro Magno, cuyo nombre adoptó como su propio «nombre de guerra», Fidel Castro usó su poder para atribuirse los méritos militares de algunos cubanos bajo su mando, a los que puso al frente de las tropas cubanas que no sólo se involucraron en guerras ajenas y en aventuras bélicas en casi todos los continentes, sino que además fabricaron guerras desestabilizadoras en numerosos países”.

“Su poder le permitió también convertirse en un neurocirujano famoso, secuestrando la voluntad de la neurocirujano cubana que había roto esquemas en su país y que había logrado, con tesón y humildad, insertarse por derecho propio en la comunidad científica internacional. Gracias a su poder ha podido adjudicarse los méritos de miles de sacrificados y talentosos profesionales de la salud de la isla, transformándose en el héroe de la medicina cubana. De igual forma y desde el poder, ha usurpado los méritos de sus mejores compatriotas, y así ha sido y es el alfabetizador y el maestro más admirado del mundo, un multilaureado deportista olímpico, el mejor científico, el mejor profesor, el mejor músico, el mejor obrero agrícola, el mejor ingeniero……”

“Su omnímodo poder lo constituyó desde 1959 en dueño absoluto de Cuba, isla a la que ha manejado cual su hacienda particular, y en el amo inmisericorde de una dotación de más de once millones de esclavos, dotación por cierto repleta de esclavos cultos, inteligentes, creativos…..esclavos de lujo”.

“El culto a la personalidad de Fidel Castro tenía y tiene una de sus más insultantes expresiones en la magnitud y calidad de los servicios médicos concebidos, organizados y estructurados para su exclusiva atención. Me consta que disponía de tres clínicas, al menos de una ambulancia-hospital, y de una Unidad de Cuidados Intensivos emplazada en su avión particular”.

“Ignoro las características de los servicios médicos con que cuentan los jefes de Estado de otros países, pero opino que es totalmente censurable que en un mundo donde tantos seres humanos mueren por carecer hasta de un médico, existen mandatarios que, cual hace Fidel Castro, utilicen el poder no para servir a sus pueblos, sino para autoasignarse servicios de salud privilegiados, costosos y exclusivos, únicamente para ellos, y a los que los pueblos no tienen acceso”.

“Me duele el dolor de mi patria por la espantosa realidad que nos ha tocado vivir. Me duelen las realidades sobre Fidel Castro y su personalidad que he podido constatar a través de los sistemáticos intercambios que durante más de seis años sostuve con él. Porque Fidel Castro es sin duda un psicópata, un sociópata, o la síntesis de ambos. Y pertenece a la terrible cofradía de «iluminados», de «elegidos» que vienen al mundo cíclicamente y en cualquier lugar del orbe para devorar almas, destrozar autoestimas, pulverizar esperanzas, esparcir odio, conculcar derechos, pisotear libertades y convertir a sus conciudadanos en manadas sumisas, aterrorizadas y despersonalizadas. Ningún ser humano dueño de una personalidad mínimamente normal y con al menos un poco de alma y de corazón, es capaz de erigirse en Dios absoluto de sus congéneres ni de arrogarse la potestad de regir los pensamientos, las ideas, los gustos y los sentimientos de sus semejantes. Fidel Castro, al igual que los otros «iluminados» del pasado y del presente, ha decretado y decreta la ejecución física o la no menos asesina ejecución moral de todos aquellos que, aun pacíficamente, se deciden a recuperar sus voluntades, a recobrar sus identidades, a pensar con sus cerebros y a sentir con sus almas”

(Extractos de “Mi verdad” de Hilda Molina – (Pág.264 a 267) – Grupo Editorial Planeta SAIC – Buenos Aires 2010)