Por Alexander Solyenitzin
Todo el mundo es alfabeto, todos saben leer y, sin embargo, parecería que no quieren comprender. La humanidad se comporta como si no hubiera comprendido qué es el comunismo; no quiere comprender, no es capaz de comprender……
Creo que no se trata sólo del disimulo comunista de los últimos decenios. Se trata de lo siguiente: la esencia del comunismo se encuentra fuera de la comprensión humana. En realidad, resulta imposible creer que los hombres lo hayan programado y lo realicen así.
En mi anterior discurso hablé bastante acerca del sistema estatal soviético, cómo se formó y cómo es actualmente. Pero quizá es más importante hablar de la ideología que le dio base, lo creó y lo conduce. Mucho más importante es comprender la esencia de esta ideología y, lo que es más importante, su acción constante, que no se modificó, en absoluto, durante ciento veinticinco años. Quedó tal como nació.
Que el marxismo no es una ciencia, la gente culta de la Unión Soviética lo sabe claramente. Hasta resulta incómodo decir que el marxismo es una ciencia. Fuera de las ciencias exactas, las fisicomatemáticas y naturales, la sociología contemporánea si predice un acontecimiento cualquiera lo hace indicando dónde puede ocurrir, en qué términos, en qué forma, y cómo ha de ocurrir el hecho. El comunismo nunca hizo tales pronósticos.
Siempre fue una declamación. Declamación acerca de la derrota de la burguesía mundial por parte del proletariado mundial y, luego sobre la formación de una sociedad más radiante y dichosa, donde se realizaría la fantasía de Marx, Engels y Lenín. Ninguno de ellos hizo una descripción del tipo de sociedad que organizaría. Decían simplemente: la más luminosa, la más dichosa; todo será para el hombre…..
Respecto de la predicción de que bajo el socialismo, el Estado tendería a desaparecer, o que en cuanto el capitalismo fuera derrotado enseguida el Estado se atrofiaría, pueden verlo ustedes. ¿Dónde existen Estados tan poderosos como en los así llamados países comunistas?
El comunismo es un intento tan torpe de explicar la sociedad y el hombre, como si un cirujano se valiera del hacha del carnicero para una delicada operación. Todo lo que hay de delicado y agudo en la psicología individual y en la organización de la sociedad –un organismo todavía más complicado- lo reducen a un grosero proceso económico. Toda esta creación –“el hombre”- se reduce a materia.
Es propio del comunismo una carencia tal de argumentos que, en nuestros países, no tienen nada que contraponer a sus oponentes. No hay argumentos, y por eso los palos, la prisión, los campos de concentración, las clínicas psiquiátricas forzadas.
El marxismo siempre estuvo contra la libertad. Haré algunas citas: Marx a Engels: “Las reformas son un signo de debilidad”. “La democracia es más temible que la monarquía y la aristocracia”. “La libertad política es una falta de libertad; es peor que la peor esclavitud”. Ambos dicen, en su correspondencia, que después de la toma del poder el terror es necesario, sin duda alguna. Dicen repetidas veces: “Habrá que repetir 1793. Después que lleguemos al poder nos considerarán monstruos, lo que nos importa muy poco”.
El comunismo nunca ocultó su negación de los conceptos morales absolutos. Se mofa de las nociones de bien y mal como categorías absolutas. Considera la moralidad como un fenómeno relativo a la clase. Según las circunstancias y el ambiente político, cualquier acción, incluyendo el asesinato, y aún el asesinato de millares de seres humanos, puede ser mala como puede ser buena. Depende de la ideología de clase que lo alimente.
¿Y quién determina la ideología de clase? Toda la clase no puede reunirse para decidir lo que es bueno y lo que es malo. Pero debo decir que, en este sentido, el comunismo ha progresado. Logró contagiar a todo el mundo con esta noción del bien y del mal. Ahora no sólo los comunistas están convencidos de esto. En una sociedad progresista se considera inconveniente usar seriamente las palabras bien y mal. El comunismo supo inculcarnos a todos la idea de que tales nociones son anticuadas y ridículas.
Pero si nos quitan la noción de bien y mal, ¿qué nos queda? Nos quedan sólo las combinaciones vitales. Descendemos al mundo animal. Y por esto, la teoría y la práctica del comunismo son absolutamente inhumanas. Existe una palabra que tiene amplia divulgación: “anticomunismo”. Es una palabra mal compuesta y carece de sentido. Está compuesta de tal modo que parece ser que el comunismo fuera una cosa eterna, fundamental y básica. El anticomunismo y los anticomunistas se determina por relación al comunismo. ¿Por qué digo que esta palabra está mal construida? Por que la compusieron hombres que carecen de nociones etimológicas: la concepción eterna, la concepción permanente es la humanidad. Y el comunismo es la antihumanidad. Quien dice anticomunista dice contra lo antihumano. Una mala construcción. Hay que decirlo así: lo que está en contra del comunismo está a favor del hombre.
¡No reconocer y negar la ideología comunista del odio contra la humanidad es el verdadero humanismo! No se trata de una fórmula partidista sino de una protesta de nuestra alma contra quienes nos dicen: olviden las nociones del bien y el mal.
Aparte de todos sus libros ¿qué ejemplos ofreció el comunismo a la humanidad de hoy? Retumbaron los tanques en Budapest. No importa. Retumbaron los tanques en Checoslovaquia. No importa. A cualquier otro no se lo hubieran perdonado, pero al comunismo se le puede perdonar. Valiéndose de un monstruoso procedimiento, como si Dios quisiera castigarlo restándole toda razón, el comunismo levantó el muro de Berlín. ¡En realidad es un símbolo monstruoso! Muestra lo que es el comunismo. Durante catorce años consecutivos fusilan a los que intentan transponerlo para escapar de la dichosa sociedad comunista.
¿Convenció a alguien el muro de Berlín? De nuevo, no. De nuevo, lo ignoran. Sí, está allí, pero no nos alcanza. Nosotros no tendremos un muro así. En los países comunistas inventaron el tratamiento psiquiátrico forzado. No importa. Nosotros vivimos tranquilos. Allá, tres veces al día…..ahora mismo, efectúan la visita de la tarde, inyectan sustancias que arruinan el cerebro. No importa. Nosotros vivimos tranquilos.
Quiero recordarles, especialmente, que el comunismo se desarrolla como un tallo, como un tallo único sin modificaciones, como se está pretendiendo ahora. Sí, Lenín desarrollaba el marxismo y ocupaba el primer plano con su intolerancia ideológica. Al leer sus obras uno se asombra por el cúmulo de odio originado en mínimos desacuerdos, cuando las opiniones difieren por un pelo. Lenín desarrollaba el marxismo en la dirección de su odio hacia el género humano. Antes de la Revolución de Octubre, Lenín escribió las “Lecciones de la Comuna de París”. Analizaba por qué la Comuna fue derrotada en 1871. Y esta fue su principal deducción: fusiló muy poca gente. La Comuna no aniquiló suficiente cantidad de personas. Había que aniquilar clases enteras. Una vez llegado al poder demostró cómo se hacía.
Después inventaron la palabra “stalinismo”. Y tuvo gran aceptación. Y ahora, en Occidente, dicen frecuentemente: ojalá que la Unión Soviética no retorne al stalinismo. Pero nunca hubo tal stalinismo. Esta es una invención del grupo de Khruschev para adjudicarle a Stalin todos los rasgos distintivos y todas las culpas fundamentales del comunismo. Y tuvo mucho éxito. Sin embargo, Lenín tuvo tiempo sobrado de cumplir el tramo principal antes de Stalin. Fue él quien engañó a los campesinos con la tierra, quien engañó a los obreros con la autonomía administrativa, quien convirtió a los sindicatos en organismos de represión, quien creó la Checa, quien creó los campos de concentración, quien se valió de las tropas para aplastar, en todas las naciones limítrofes, los movimientos nacionales y, así, ensanchar el Imperio.
Lo que hizo Stalin, movido por su inseguridad, fue lo siguiente: allá donde era suficiente encarcelar a dos personas para amedrentar a los demás, encarcelaba a cien. La conducción que lo siguió, retornó a la táctica anterior. Allá donde es necesario encarcelar a dos personas, se encarcela a dos personas y no a cien. Stalin era culpable ante su propio partido, porque no confiaba en el propio partido comunista. Y sólo por esto inventaron el stalinismo. Stalin no se apartó de aquella misma línea en nada. Y cuando se erigió el bajorrelieve de Marx-Engels-Lenín-Stalin, pudieron agregar todavía a Mao Tse Tung, Kim Il SPNG y Ho Chi Minh. Todos ellos forman parte del tallo, el mismo y único tallo.
Ahora se acepta en Occidente la siguiente teoría en cuanto a China, allí, el comunismo es puro, existe el comunismo puritano, no degenerado. En China duró más tiempo la fase del comunismo de guerra o comunismo cuartelero, implantado por Lenín en Rusia, donde se mantuvo sólo hasta 1921. Lenín lo implantó, no por exigencias militares. Lo implantó porque así pensaban, así se representaban la nueva sociedad. Pero cuando bajo la presión de la situación económica hubo que retroceder, introdujeron la NEP. Y retrocedieron. Pero en China, esta fase se mantuvo más tiempo. Los rasgos característicos de China, hoy, derivan del trabajo forzado de masas, sin una remuneración adecuada a su valor, con trabajos adicionales los días feriados en grupos comunales y el adoctrinamiento a fuerza de lemas que anulan al ser humano. El hombre, así, deja de ser un individuo.
Cualquiera que haya visto alguna vez aunque sea un pequeño fragmento del marxismo, sabe que la sociedad sin clases implica que no habrá partidos. Quiere decir que el mismo día se dijo que habrá un sistema multipartidario y que se estrangulará a todos los partidos. Y esto último no se escucha, pero se escucha lo primero. Y todos repiten: habrá un sistema multipartidario……Estos son los procedimientos comunistas.
La ideología que ellos defienden propone aniquilar vuestro régimen. Es su finalidad desde hace ciento veinticinco años. Nunca ha cambiado. Sólo los métodos han cambiado un poquito.¡Y cuando se lleva a cabo el aflojamiento de la tensión, la convivencia pacífica y el comercio, insisten en que la guerra ideológica debe continuar! ¿Y qué es la guerra ideológica? Un cúmulo de odio, la repetición del juramento: el mundo occidental debe ser aniquilado.
Como otrora en el Senado de Roma un famoso senador terminaba sus alocuciones con la sentencia: “Cartago debe ser destruida”, también hoy, en cada acto de comercio o de relajamiento de la tensión, la prensa comunista, las instrucciones reservadas y miles de conferenciantes repiten: ¡El capitalismo debe ser aniquilado!
(Fragmentos de “En la lucha por la libertad” de Alexander Solyenitzin – EMECE Editores SA – Buenos Aires 1976)
sábado, 15 de agosto de 2009
¿Qué es el socialismo?
El socialismo es, ante todo, un conjunto de ideas que conduce a una sociedad ideal. En tal sociedad, se supone, todo funcionará armónicamente. Dejarán de existir los conflictos entre los distintos seres humanos debido a la óptima planificación de los recursos y la producción.
Para llevar a cabo esa sociedad ideal, se parte de la creencia de que “no existe la naturaleza humana intrínsecamente”, en la expresión de Adolfo Zerboglio, es decir, se supone que es el sistema de producción el que determina los pensamientos y acciones humanas, y no a la inversa. De ahí que sería cuestión de buscar el mejor sistema de producción y los seres humanos se adaptarán al mismo en cierto lapso de tiempo. Esta vez no deberíamos adaptarnos a la voluntad de Dios, o al orden natural, sino a la planificación social hecha por un hombre.
Es por ello que la libertad no es considerada como algo esencial para el socialista, por cuanto se considera que la libertad es un valor dentro de la sociedad capitalista, y que no ha de ser esencial en la sociedad comunista.
El socialismo presenta dos fases que es necesario tener presentes. Una es la etapa de transición desde el capitalismo al socialismo, en la que se hacen severas críticas al primero sin tratar de mejorarlo, sino que se busca reemplazarlo a través de la revolución, que puede adquirir características violentas. La segunda fase comienza con la “dictadura del proletariado” y sigue con la consolidación de la sociedad planificada y la adaptación mencionada.
Mientras que, para el pensamiento liberal, es prioritario el individuo antes que la sociedad, para el socialista es prioritaria la sociedad antes que el individuo, de ahí que, para él, la vida individual tiene poco valor, y menos aún la tendrá la de los opositores.
En cierta forma suponen constituir una especie de “clase elegida” o “pueblo elegido”, por cuanto atribuyen al capitalismo estatal (socialismo), y a la dictadura del proletariado, características de pleno humanismo, mientras que observan a los empresarios, comerciantes y profesionales (la burguesía) como personas carentes de aquellos atributos.
Describen la sociedad capitalista en una forma negativa, que no admite mejoras, sino que proponen su total derrumbamiento. Sostienen que existe una lucha entre opresores y oprimidos, que culmina con la explotación de estos últimos. Por el contrario, pueden verse en sociedades reales muchos “burgueses” que no presentan tales características, mientras que la competencia se da entre distintos empresarios, siendo los empleados y accionistas aliados de aquél para quien trabajan o en cuya empresa invierten su capital.
Así como muchos alemanes, luego de haber escuchado una, diez, mil, un millón de veces, que la culpa de todos sus males, y de Alemania, la tenían los judíos, lo que provocó el holocausto, los marxistas repiten una, diez, mil, un millón de veces, que la culpa de todos los males la tienen los burgueses explotadores, lo que también llevó al mayor genocidio del cual se tenga noticias (especialmente en la ex URSS y China).
Ante esa prédica, no es extraño que la “dictadura del proletariado” sea ejercida por gente llena de odio contra la clase burguesa (en general, la gente decente) y cuyas acciones estén motivadas por cierta necesidad de venganza.
Al promover la expropiación y estatización de los medios de producción, se concentra el poder económico en un partido, o en una persona, situación altamente riesgosa para los opositores, que son considerados “enemigos”.
En la sociedad ideal, existe igualdad de derechos, pero no de obligaciones, ya que se adopta aquella expresión de Marx: “De cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad”. De ahí que los más capaces para trabajar deban hacer mayores aportes que los menos capaces, pero todos recibirán beneficios en forma igualitaria. Parece ser, sin embargo, que a pesar de los muchos años de comunismo en varios países, la población simplemente optó por trabajar al menor ritmo posible.
Mientras que el empresario, en una sociedad libre, debe innovar y aumentar la productividad, para no verse desplazado del mercado, el empresario, en el socialismo, no tiene esas necesidades, ya que sólo debe adaptarse a lo que viene planificado por los políticos a cargo de la planificación central. De ahí las grandes diferencias entre calidades en productos destinados a una misma utilidad.
En la sociedad libre han de ser los aspectos afectivos, es decir, netamente humanos, los vínculos de unión entre los hombres, mientras que en el socialismo han de serlo los medios de producción y el trabajo. En lugar de proponer una gran familia, el socialista propone una gran sociedad anónima.
Como los marxistas se consideran un sector “iluminado”, poseedor de la “verdad”, están deseosos de “liberar” a otros pueblos de la opresión capitalista, de ahí que en ellos surgen ambiciones imperialistas, especialmente cuando poseen cierto nivel de armamento.
No es fácil convencer a quienes siempre tienen en la mente una sociedad ideal, planificada, el socialismo, al cual se le opone una sociedad real e imperfecta. De todas formas, para ejemplificar las ventajas de la propiedad privada respecto a la propiedad estatal, considérese el caso de los elefantes y las jirafas, que no son de nadie (o son del Estado) estando en vías de extinción, mientras que los animales domésticos y el ganado, crecen en número por cuanto tienen dueños que los cuidan adecuadamente.
La muralla de Berlín, y otros aspectos carcelarios, no presentan inconvenientes a quienes aspiran a ocupar los puestos altos en la sociedad comunista que promueven. También es vista con agrado por quienes tienen muy pocas aspiraciones y que, en una sociedad igualitaria, se verán liberados de tener que envidiar a aquéllos que tienen proyectos, ambiciones y capacidad suficiente para hacerlos realidad.
El físico Andrei Sajarov, respecto de la sociedad soviética, expresó: “Atrincherada en su bienestar la minoría satisfecha…..”, haciendo referencia a la etapa en la que siempre queda estancada la utopía socialista, es decir, en la dictadura del proletariado y en el capitalismo estatal. Podemos decir que el mayor enemigo de esta utopía es la propia naturaleza humana.
Para llevar a cabo esa sociedad ideal, se parte de la creencia de que “no existe la naturaleza humana intrínsecamente”, en la expresión de Adolfo Zerboglio, es decir, se supone que es el sistema de producción el que determina los pensamientos y acciones humanas, y no a la inversa. De ahí que sería cuestión de buscar el mejor sistema de producción y los seres humanos se adaptarán al mismo en cierto lapso de tiempo. Esta vez no deberíamos adaptarnos a la voluntad de Dios, o al orden natural, sino a la planificación social hecha por un hombre.
Es por ello que la libertad no es considerada como algo esencial para el socialista, por cuanto se considera que la libertad es un valor dentro de la sociedad capitalista, y que no ha de ser esencial en la sociedad comunista.
El socialismo presenta dos fases que es necesario tener presentes. Una es la etapa de transición desde el capitalismo al socialismo, en la que se hacen severas críticas al primero sin tratar de mejorarlo, sino que se busca reemplazarlo a través de la revolución, que puede adquirir características violentas. La segunda fase comienza con la “dictadura del proletariado” y sigue con la consolidación de la sociedad planificada y la adaptación mencionada.
Mientras que, para el pensamiento liberal, es prioritario el individuo antes que la sociedad, para el socialista es prioritaria la sociedad antes que el individuo, de ahí que, para él, la vida individual tiene poco valor, y menos aún la tendrá la de los opositores.
En cierta forma suponen constituir una especie de “clase elegida” o “pueblo elegido”, por cuanto atribuyen al capitalismo estatal (socialismo), y a la dictadura del proletariado, características de pleno humanismo, mientras que observan a los empresarios, comerciantes y profesionales (la burguesía) como personas carentes de aquellos atributos.
Describen la sociedad capitalista en una forma negativa, que no admite mejoras, sino que proponen su total derrumbamiento. Sostienen que existe una lucha entre opresores y oprimidos, que culmina con la explotación de estos últimos. Por el contrario, pueden verse en sociedades reales muchos “burgueses” que no presentan tales características, mientras que la competencia se da entre distintos empresarios, siendo los empleados y accionistas aliados de aquél para quien trabajan o en cuya empresa invierten su capital.
Así como muchos alemanes, luego de haber escuchado una, diez, mil, un millón de veces, que la culpa de todos sus males, y de Alemania, la tenían los judíos, lo que provocó el holocausto, los marxistas repiten una, diez, mil, un millón de veces, que la culpa de todos los males la tienen los burgueses explotadores, lo que también llevó al mayor genocidio del cual se tenga noticias (especialmente en la ex URSS y China).
Ante esa prédica, no es extraño que la “dictadura del proletariado” sea ejercida por gente llena de odio contra la clase burguesa (en general, la gente decente) y cuyas acciones estén motivadas por cierta necesidad de venganza.
Al promover la expropiación y estatización de los medios de producción, se concentra el poder económico en un partido, o en una persona, situación altamente riesgosa para los opositores, que son considerados “enemigos”.
En la sociedad ideal, existe igualdad de derechos, pero no de obligaciones, ya que se adopta aquella expresión de Marx: “De cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad”. De ahí que los más capaces para trabajar deban hacer mayores aportes que los menos capaces, pero todos recibirán beneficios en forma igualitaria. Parece ser, sin embargo, que a pesar de los muchos años de comunismo en varios países, la población simplemente optó por trabajar al menor ritmo posible.
Mientras que el empresario, en una sociedad libre, debe innovar y aumentar la productividad, para no verse desplazado del mercado, el empresario, en el socialismo, no tiene esas necesidades, ya que sólo debe adaptarse a lo que viene planificado por los políticos a cargo de la planificación central. De ahí las grandes diferencias entre calidades en productos destinados a una misma utilidad.
En la sociedad libre han de ser los aspectos afectivos, es decir, netamente humanos, los vínculos de unión entre los hombres, mientras que en el socialismo han de serlo los medios de producción y el trabajo. En lugar de proponer una gran familia, el socialista propone una gran sociedad anónima.
Como los marxistas se consideran un sector “iluminado”, poseedor de la “verdad”, están deseosos de “liberar” a otros pueblos de la opresión capitalista, de ahí que en ellos surgen ambiciones imperialistas, especialmente cuando poseen cierto nivel de armamento.
No es fácil convencer a quienes siempre tienen en la mente una sociedad ideal, planificada, el socialismo, al cual se le opone una sociedad real e imperfecta. De todas formas, para ejemplificar las ventajas de la propiedad privada respecto a la propiedad estatal, considérese el caso de los elefantes y las jirafas, que no son de nadie (o son del Estado) estando en vías de extinción, mientras que los animales domésticos y el ganado, crecen en número por cuanto tienen dueños que los cuidan adecuadamente.
La muralla de Berlín, y otros aspectos carcelarios, no presentan inconvenientes a quienes aspiran a ocupar los puestos altos en la sociedad comunista que promueven. También es vista con agrado por quienes tienen muy pocas aspiraciones y que, en una sociedad igualitaria, se verán liberados de tener que envidiar a aquéllos que tienen proyectos, ambiciones y capacidad suficiente para hacerlos realidad.
El físico Andrei Sajarov, respecto de la sociedad soviética, expresó: “Atrincherada en su bienestar la minoría satisfecha…..”, haciendo referencia a la etapa en la que siempre queda estancada la utopía socialista, es decir, en la dictadura del proletariado y en el capitalismo estatal. Podemos decir que el mayor enemigo de esta utopía es la propia naturaleza humana.
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