lunes, 26 de septiembre de 2011

Guerras y rencores

A lo largo de la historia de la humanidad se han sucedido innumerables guerras entre distintos pueblos e incluso guerras internas, o civiles. Pasados los conflictos, les siguen épocas de rencor y venganzas, o bien épocas de búsqueda de un mejor entendimiento.

Como ejemplo de pueblos que mantienen vigentes los antagonismos históricos, tenemos el caso de israelitas y musulmanes, que incluso encuentran en el “ojo por ojo…..” bíblico y en la “guerra santa” islámica, fundamentos religiosos para mantener vivo el odio hacia el otro sector.

Como ejemplo de pueblos que han optado por mirar el futuro dejando atrás los conflictos del pasado, podemos mencionar a franceses y alemanes, cuyos países se enfrentaron en la Guerra franco-prusiana del siglo XIX, y en las dos Guerras Mundiales del siglo XX. Sin embargo, favorecidos principalmente por la creación de la Comunidad Europea, han optado por marchar juntos hacia el futuro en lugar de seguir alimentando el odio por lo ocurrido en épocas pasadas.

También en el siglo XX ocurrieron varias guerras civiles en las cuales se destacan las promovidas por los movimientos totalitarios de origen marxista; una de ellas fue la ocurrida en la década de los setenta en la Argentina. El objetivo final de esos movimientos era el triunfo socialista, a nivel mundial, liderado por la URSS. El principal opositor a ese objetivo fue EEUU. De ahí que los grupos antagónicos en conflicto, por lo general, recibían el apoyo de estas dos grandes potencias militares. Evitando un conflicto directo entre ambas potencias, lo que se denominó “guerra fría”, no pudieron, o no quisieron, evitar los diversos conflictos militares en gran parte del planeta.

En la Argentina, los principales movimientos a favor del totalitarismo eran los Montoneros, encargados de la guerrilla urbana, y el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), encargado de la guerrilla rural. Entre ambos produjeron, entre 1969 y 1979, 21.642 actos de terrorismo, 1.750 secuestros extorsivos y unos 850 asesinatos.

Entre las tácticas guerrilleras podemos mencionar las empleadas por Mao Tse Tung: “Cuando el enemigo avanza violentamente, yo me bato en retirada; cuando busca evitar la batalla, yo lo ataco; cuando él se detiene y acampa, yo lo hostigo; cuando él se retira, yo lo persigo y lo destruyo”.

Asociado a las guerras militares, existen las guerras ideológicas que incluyen propaganda y difamación del sector opositor. Así, en la Argentina, las Fuerzas Armadas nacionales logran imponerse militarmente, pero fueron derrotadas posteriormente por la propaganda marxista que tiene una vigencia inusitada después de varias décadas de finalizado el conflicto. El lema adoptado para este éxito parece ser aquella expresión de Joseph Goebbels, ministro de propaganda de Hitler: “Una mentira repetida mil veces se convierte en una realidad”.

En la década de los setenta, se hablaba de la “guerra sucia”, debido a las diversas formas de terrorismo empleadas por el sector marxista. Una de las formas de combatir a la policía, y a las fuerzas armadas, era el simple asesinato de la persona que iba por la calle vestida con su uniforme reglamentario. Así, Pablo Pozzi, ex integrante del ERP, manifestó: “Para llegar a ser un «militante» partidario había que haber realizado por lo menos una acción armada”, mientras que los aspirantes a Montoneros debían “realizar una práctica militar paulatina que culmine con su participación en la ejecución de un cana (policía)” (Citas de “Los mitos setentistas”-Agustín Laje Arrigoni-Buenos Aires 2011).

El simple policía que ve caer asesinados a sus compañeros y que sabe que tarde o temprano correrá la misma suerte, reacciona en una forma similar y, como en cualquier guerra, deja de lado los ideales de la patria o del cumplimiento del deber, y lucha simplemente por su supervivencia. Los excesos se van sucediendo y la cantidad de caídos se incrementa día a día. Con el tiempo, los policías y militares argentinos asesinados son olvidados sin pena ni gloria, mientras que sus internacionales ejecutores, cuando finalmente caen abatidos, son considerados “héroes” y sus familiares reciben cuantiosas indemnizaciones por parte del Estado.

Uno de los primeros conflictos armados de envergadura acontece en Tucumán. Agustín Laje Arrigoni escribe: “Cuando se supo lo que estaba ocurriendo en Tucumán, las autoridades intentaron desactivar la guerrilla empleando un despliegue espectacular de quinientos policías (trescientos federales y doscientos provinciales), armados con ametralladoras y lanzacohetes, entre otros equipamientos pesados. Para sorpresa de muchos, las fuerzas de seguridad fueron derrotadas por los guerrilleros, pues cayeron en lo que se conoce como un vacío táctico. Algo similar ocurría en las comisarías, donde la policía comenzaba a atrincherarse, dada la superioridad de la guerrilla también en territorio urbano”. Uno de los máximos dirigentes de Montoneros, Roberto Perdía, expresó: “Montoneros tenían unos dos mil trescientos oficiales; unos doce mil miembros sumados los aspirantes, y unas ciento veinte mil personas agregando a la gente más o menos organizada que adhería a nuestra propuesta”

En la actualidad, para acusar a las Fuerzas Armadas nacionales de “genocidio”, y para aplicarles la justicia de épocas de paz, y no de conflictos armados, se dice que “no existió una guerra”, sino que sólo estuvo el bando militar matando a los “jóvenes idealistas” que protestaban contra la dictadura, o cosas semejantes. Rodolfo Galimberti, ex Montonero, expresó: “No fue un enfrentamiento entre jóvenes románticos y el Ejército. Había un proyecto político y se luchaba por imponerlo. Fue una guerra civil, la más irracional de las guerras. Hubo excesos de los dos bandos y no los podemos calificar por la cantidad o por la magnitud de los excesos”.
El ex montonero Luis Labraña (quien escribe uno de los prólogos de “Los mitos setentistas”) expresó: “No nos hagamos más los pacifistas a conveniencia. Aquí hubo una guerra. Pese a lo que digan los vendedores de memoria. Y quienes lo niegan faltan a la verdad y ofenden la convicción y la valentía de quienes murieron en ambas trincheras. Negar la guerra, a la cual nos referíamos en nuestros documentos como «guerra revolucionaria, popular y prolongada», es hacernos quedar como niñitos estúpidos de un jardín de infantes. Nosotros fuimos héroes en tiempos de guerra. Y en la otra trinchera también. Nadie debe apropiarse de la sangre y del dolor de los que escribieron la historia de los ’70”.

También se dice que los guerrilleros “luchaban contra la dictadura y a favor de la democracia”. Sin embargo, luego de la toma del poder por parte de los militares, se vuelve a la democracia, mientras que todavía en Cuba sigue imperando una dictadura militar impuesta desde el año 1959. Recordemos que los guerrilleros pretendían imponernos un régimen similar al cubano, una especie de cárcel soviética, mediante medios nada “democráticos”. Se buscaba “el modelo del partido único; el modelo de los comandantes; el modelo del autoritarismo; la imitación del modelo cubano” (Jorge Masetti, ex combatiente del ERP). Mientras que el ex Montonero Ernesto Jauretche expresó: “La comandancia y la conducción de Montoneros radica en Cuba. Montoneros nace y muere en La Habana” (Citado en “Los mitos setentistas”).

Otras de las versiones recientes pretende hacernos ver que la violencia desatada se estableció contra la dictadura militar, y no en épocas democráticas. Sin embargo, gran parte de la guerra se desarrolló antes del año 1976, en que toma el gobierno la Junta Militar. Agustín Laje Arrigoni escribe: “El temor y la inseguridad eran asuntos cotidianos, y tanto es así, que en junio de 1975 los medios informaban que «desde el advenimiento de la democracia el 25 de mayo de 1973, hasta el momento, se habían producido 5097 hechos terroristas»”.

La cantidad de desaparecidos ha sido aumentada “artificialmente” para beneficiarse, los supuestos damnificados, con las indemnizaciones otorgadas por el Estado Nacional, mientras que poco se tienen en cuenta los “ajusticiamientos” internos propios de las organizaciones terroristas. Agustín Laje Arrigoni escribe: “Los códigos de justicia revolucionaria, tanto en Montoneros como en el ERP, fueron aplicados por una parodia de juzgado denominado Tribunal Revolucionario, que en numerosas ocasiones terminaba ordenando la ejecución de camaradas de armas”. “Los últimos datos que han surgido son los revelados por la ex miembro de la CONADEP Graciela Fernández Meijide, quien afirmó que había 7.954 desaparecidos y se preguntaba: «¿Con qué derecho se habla de 30.000 desaparecidos cuando había un conteo de 9.000?»”.

En cuanto al “genocidio argentino”, que tan mal deja la imagen del país ante propios y extraños, el ex guerrillero Luis Labraña comenta: “Acá no hubo genocidio. Partamos de lo elemental: genocidio es la persecución y/o la destrucción de un pueblo. Se puede aplicar a los judíos, a los gitanos, a los armenios…pero acá no se dio eso: acá hubo una guerra. Lo que podés discutir es el poder de las fuerzas que se enfrentan, y quién enfrentó a quién. Porque no te olvides que fuimos nosotros los que los enfrentamos a ellos. No es que había paz y el Ejército salió a buscarnos a nosotros y a matarnos. Nosotros salimos a provocar la guerra”.

Debe mencionarse algo que puede considerarse como una falta de respeto a la dignidad humana cuando se ha designado, como directivo de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, a Eduardo Luis Duhalde, uno de los fundadores del ERP, organización que tantos asesinatos provocó en la población argentina. Tal personaje nunca mostró arrepentimiento público por su accionar, para que su función tuviese algún tipo de legitimidad. Incluso desde los medios masivos de comunicación como en libros destinados a alumnos secundarios, se sigue difundiendo la ideología que tantas víctimas produjo en décadas pasadas, quizás pretendiendo volver a situaciones similares a las del pasado.

Finalmente, queda por decir que el único camino para la reconciliación de los argentinos se ha de encontrar a través de la verdad. Se ha perdido, hasta ahora, esa posibilidad, por cuanto se ha tergiversado totalmente la realidad histórica. Nótese que gran parte de los argentinos no pretende que queden sin condena los militares que cometieron actos ilícitos, pero tampoco justifica que se juzgue a todo militar por haber cumplido con su deber de soldado combatiendo fuerzas de ocupación impulsadas por un imperialismo extranjero. Pretende también que sean juzgados los autores materiales e intelectuales de los atentados y asesinatos efectuados contra la población argentina, en lugar de rendirles homenajes explícitos por su accionar delictivo. Tampoco debemos olvidar que vale tanto la vida de un guerrillero cubano como la de un simple ciudadano argentino.